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QUE EL ORGULLO NO TE ALEJE DE JESÚS

He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo» Apocalipsis 3:20

Decenas de millares de individuos por toda la esfera terrestre yacen bajo sus propios principios regulativos que han de regir sus vidas, a espaldas de la voluntad eterna de Dios. Y esto no difiere dentro de las mismas iglesias.  Algunas personalidades aseguran ser cristianas, asisten cada domingo a las iglesias, escuchan un sermón, pero desconocen y tampoco desean conocer a Cristo;  al Autor de la vida,  quien prolonga nuestros días, y extiende y renueva su misericordia cada mañana, quien hace salir el sol sobre justos e injustos, quien hace caer lluvia sobre todos por igual.

 

Esta es una de las siete cartas que Jesús envía a las siete iglesias de Asia Menor por medio del apóstol Juan,  Eran cartas personalizadas de instrucción, reprensión y estímulo a las congregaciones locales. A la última iglesia, la tibia iglesia de Laodicea, Jesús le hizo un llamado urgente: «He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo».

 

Estimado lector, fíjese lo ocurrido, ¡Le han cerrado la puerta a Jesús en ésta iglesia!, el orgullo y autosuficiencia eran las características sobresalientes de la iglesia Laodicea.

 

El Señor les dice: Pues tú dices que eres rico, que te ha ido muy bien y que no te hace falta nada; y no te das cuenta de que eres un desdichado, miserable, pobre, ciego y desnudo, Apocalipsis 3:17.

 

Cantidad de personas piensan de manera similar, ponen toda su fe en sí mismo y no en el Señor. Suponen que mientras más dinero tengan, más seguridad tendrán. Son soberbios, inclinados a la insensatez de su corazón, enemigos de oír la voz de Dios plasmada en único
legado testamentario, las Santas Escrituras, dejando a Jesús fuera, asistiendo a conferencias dominicales para aparentar piedad ante otros, y muchas veces, engañándose a sí mismos pensando que agradan a Dios. Por cuanto no eres frio ni caliente, por cuanto solo vives de apariencias, por cuanto ni te consagras a mí, y no sales del mundo pecaminoso totalmente, te vomitaré de mi boca, dice el Señor, Apocalipsis 3:16.
Un día llegará, cuando se presenten ante Dios, y el Señor les dirá: Apartaos de mí, nunca los conocí, Mateo 7:23.

 

Oh amigo, ¡Si tan solo entraras en la delicia de su presencia! ¡Dejaras de confiar en ti y confiaras en El! Si te olvidaras de vanas ceremonias que ornamentan tu soberbia, y
ensanchan tus gustos, y solo te enfocaras en darle gloria a Él, humillarte ante Él, abrirle la puerta a Él, para que sea Cristo quien rija tus pasos.

 

Dice el Señor: «Por eso te aconsejo que de mí compres oro refinado en el fuego, para que seas realmente rico; y que de mí compres ropa blanca para vestirte y cubrir tu vergonzosa desnudez, y una medicina para que te la pongas en los ojos y veas. Yo reprendo y corrijo a todos los que amo. Por lo tanto, sé fervoroso y vuélvete a Dios. Mira,  yo estoy llamando
a la puerta; si alguien oye mi voz y abre la puerta, entraré en su casa y cenaremos juntos. A los que salgan vencedores les daré un lugar conmigo en mi trono, así como yo he vencido y me he sentado con mi Padre en su trono». Apocalipsis 3:18-21

 

Fíate plenamente de Dios, no vivas de tu propia luz, y no te calientes en tu propia fogata, porque caerás en gran tormento. En Isaías 66:2 se nos dice que el Señor «miraré a aquel que es pobre y humilde de espíritu, y que tiembla a mi palabra».

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